Frescura

Frescura
Pero el ruido del mar no se comprende, / se desploma continuamente, insiste / una y otra vez, con un cansancio / con una voz borrosa y desganada.... [Circe Maia, 1932]

martes

"MAR MIO" [MI AMOR]

SOLEDAD

En ti estás todo, mar, y sin embargo, ¡qué sin ti
estás, qué solo, qué lejos, siempre de ti mismo!

Abierto en mil heridad, cada instante, cual mi frente,
tus olas van, como mis pensamientos, y vienen,
van y vienen, besándose, apartándose, en un eterno
conocerse, mar, y desconocerse.

Eres tú, y no lo sabes, tu corazón te late, y no lo
sientes... ¡Qué plenitud de soledad, mar solo!
(1 de febrero)



ARGAMASILLA DEL MAR

SI. La Mancha, de agua.
Desierto de ficciones líquidas.
Sí. La Mancha, aburrida, tonta.

-Mudo, tras Sancho triste,
negros sobre el poniente rojo, en el que aún llueve.
Don Quijote se va, con el sol último,
a su aldea, despacio, hambriento,
por las eras del ocaso-.

¡Oh mar, azogue sin cristal;
mar, espejo picado de la nada!
(8 de febrero)


Juan Ramón Jimenez

35 POEMAS DEL MAR





domingo

Heraldo

"Para explicar el misterio
es muy escasa mi cencia:
lo castigó, en mi concencia,
su Divina Magestá:
donde no hay casualidá
suele estar la Providencia."

(613) Martín Fierro - José Hernandez

Polvo de Estrellas [Jorge Drexler]

"¿Que hay en una estrella? Nosotros mismos.
Todos los elementos de nuestro cuerpo y del planeta
estuvieron en las entrañas de una estrella.
Somos polvo de estrellas."
ERNESTO CARDENAL, "Cántico Cósmico"


Vale
Una vida lo que un sol
Una vida lo que un sol
Vale
Se aprende en la cuna,
se aprende en la cama,
se aprende en la puerta de un hospital.
Se aprende de golpe,
se aprende de a poco y a veces se aprende recién al final
Toda la gloria es nada
Toda vida es sagrada
Una estrellita de nada
en la periferia
de una galaxia menor.
Una, entre tantos millones
y un grano de polvo girando a su alrededor
No dejaremos huella,
sólo polvo de estrellas
.
Se aprende en la escuela,
se olvida en la guerra,
un hijo te vuelve a enseñar.
Está en el espejo,
está en las trincheras, parece que nadie parece notar
Toda victoria es nada
Toda vida es sagrada
Un enjambre de moléculas
puestas de acuerdo
de forma provisional.
Un animal prodigioso
con la delirante obsesión de querer perdurar
No dejaremos huella,
sólo polvo de estrellas.

sábado

El llamador

 Foto sacada a una puerta en Santiago de Compostela

El hombre túnel

El hombre túnel me da miedo. No quiero ni asomarme. Soltarme significaría caer en un abismo. [Un amor sin arneses]. Cada palabra que se escapa de entre mis labios es un peñasco que se desprende del precipicio. No veo que hay en el fondo, eso altera. La ansiedad de no saber si es la entrada o la salida. La dicha o la muerte. El comienzo o el fin. Y este dualismo de mierda que no puedo borrar de mi adn. Qué bronca me da.
El hombre túnel es un enigma. Una ecuación sin solución. O quizás, con una solución metafísica. Esas que sólo los genios pueden decifrar. Y como en esta materia no soy siquiera principiante, me doy por vencida fácilmente. [Qué entusiasmo tengo hoy!] No se porque perdí tanto las esperanzas. Siento que este asunto tiene altas probabilidades de ser un dejavú y carezco de energías para vivirlo de nuevo [¿para qué las tendré?] Se hacer sólo dos jugadas de ajedrez. Y una es el jaque mate. Por comodidad o por pánico, siempre opto por esa. Y sigo parada en el mismo casillero que por momento se vuelve infinito, y me hace sentir que avanzo -ilusa-, y por momentos se vuelve tremendamente narrow y me asfixia. Qué curioso esto de las percepciones. Son mil ojos en una mirada. O mil miradas en un solo par de ojos que en definitiva no ven absolutamente nada. O ven nada. Creo que esa me gustó un poco más. Los nada lo son todo, dice Aduríz. Hoy lo siento más que nunca. Estamos rodeados de nadas y nadies. Hablamos sobre nada, vivimos en la nada. Me conformo con un alguien. Unito, uno solo. No es mucho. Alguien con quien pueda hablar sobre algo. Parada en un lugar conocido. Bajo un sol que me alumbró alguna vez o una luna que fue testigo de alguna de mis ocurrencias -que no son muchas. Al fin y al cabo -que horroroso como caigo en estos clichés, pero hoy no estoy de humor para autocorregirme-, los animales que para muchos son nadies, tienen una mirada más pura y llena de identidad que muchos humanos. Tal vez, el vivir instintivamente atentos sólo a sus necesidades más vitales los mantiene enraizados en su esencia. No se defraudan a sí mismos, no tienen traumas, espectativas, no se mienten... Eso creo. No quiero ser simplista, en absoluto, pero creo que a veces nos -o me- falta ese no se qué que tienen ellos. Esa ingenuidad, esa primera vez, esa capacidad de sorpresa que vuelve lo más insignificante asombroso.
Y mi hombre túnel, ¿Dónde quedó? ¿Dónde quedaste? Allá por las inmensidades de la noche, a la vuelta de una rotonda cuadrada, o en el fondo de una maceta sin tierra pero que alberga a un clavel del aire. Qué maravillosos que son los claveles del aire. Viven aferrado a la nada, a la vida. Mi ahijada dicen que son "pistas de duendes", me parece una brillante explicación. Es más, la oficializaría. La idea de misterio, de algo por descubrir me vuelve loca. Quizás son las pistas que me llevan a mi hombre túnel. Claro! Y yo buscándolo por los cajones de mi casa, por las paradas de colectivo, por las góndolas de los supermercados que venden ficciones deliciosas a los ojos pero amargas al corazón. Tengo que cambiarme estos anteojos que de sol y ponerme los que sirven para ver en la oscuridad. Mejor dicho, los que sirven para no ver. Porque, ¿qué es lo que tanto hay que ver? Un hombre. Un túnel. Y el tren sin última parada que está por arrancar.

jueves

Los amorosos

Hiroshima mon amour - Marguerite Duras

Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.

Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.


 Jaime Sabines
Mexico
(1926-1999)
 

martes

SIN ALIENTO






Teme alguien dentro mio
que este encuentro furtivo
sea un sueño ajeno
un recuerdo esmerilado
la huella de una pisada que nunca se dio.


lunes

JAVIER


POEMAS DE AMOR - JAVIER ADURIZ (1948-2011)



.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Si algo espera detrás de la curva, yo te espero o esperame. Es
de una belleza desaforada cuando andamos del brazo por ahí,
cantando la oración de los mansos, los que no exigen nada.
Y es más, son nada. Polvo de estrellas que regresan
para volverse solamente nubes: amiga, compañera del alma.

"Moon river"
(glosa)
Javier Adúriz
"Los nada", libro póstumo
Ediciones del Dock, 2011

sábado

Croando a la luna

Un rasto tuyo en mi pestaña. Fósil nostálgico.
Aleteamos en un estanque de deseo. Y un colibrí se atragantó con la luna.
Callá amarrado el bote, que meció nuestras dudas. Silbó el sol matinal.
-Si te perdés, Ñatita, zapatiá.
Hoy extraño tu lunar debajo de tu ojo izquierdo.
Dos sapos saltan los instantes.
Bailarines de un tango amoral.
Reos de la espera cósmica.

Tic-tac. puf.

viernes

Moraleja: [espacio vacio]

-Quizás usted nunca haya tratado un caso exactamente igual al nuestro.. No digo que no sea un experto en cuando a.... lo que respecta a.... lo suyo, usted sabe. Pero mi humilde entender me dice que en todo esto, Doctor, y disculpe que lo diga mal y pronto: hay gato encerrado. Pero qué gato, leopardo, puma, puma de bengala, el bicho que quiera, mire lo que le digo. Mi hermano que es un apasionado por los deportes de mesa -damas, backgammon, ludo matic y memotés- diría que esto es algo así como un yo-yó descalibrado. Sí, Doc, créame que esta historia sorprende hasta a sus propios protagonistas. Es colosal y con esto no me refiero que yo le pongo sal y pimienta para hacerme el exótico. La naturaleza del asunto es de por sí... jodida, retorcida, chiflada. Como mi tía Genoveba. ¡No se imagina el carácter de esa mujer! Un torbellino de reproches y quejas diluidas en plegarias a Santa Rita, Gilda y el Gauchito Gil. Unos agudos filosos y una mirada lacerante. Nunca una caricia, un gesto de ternura para con sus sobrinos. Sus visitas era inspecciones meticulosas. Controles obsesivos. Qué las tazas de la alacena están llenas de polvo, que la manteca en la heladera huele a rancio... Delen de comer al canario, cámbienle el agua a los peces. Una mujer que no conocía el modo indicativo ni el subjuntivo. Todo era imperativo, doctor. ¿Sabe lo que es eso? Cuando se vino a vivir con nosotros fue el apocalipsis. Todo se desmoronaba. Los perros del barrio que venían al mediodía a buscar los restos del almuerzo no vinieron más. Las flores en los canteros del patio se marchitaron. Hasta las babosas y las gatas peludas -y esto se lo juro por mi mamita querida- que inundaban el zaguán en verano desaparecieron. Nunca más un gorrioncito en la ventana, una mariposa revoloteándole al limonero.. La muerte, Doc. La muerte. Por eso entrar a la colimba fue un alivio. Ahí sí que me sentí querido, respetado... Las reglas tenían estabilidad y las ordenes no eran ambiguas. Porque mi problema no era la obediencia. No, no, no. Yo era muy obediente. Lo que pasaba era que la tía Genoveba nos confundía. Nos pedía algo y luego nos pedía lo contrario. Creo que lo hacía  a propósito. Disfrutaba retarnos y ver nuestras caritas llenas de miedo y confusión. Porque le juro que no eramos malos. Niños traviesos, aventureros, pícaros, si quiere. Pero buenazos, Doc. Juan, mi hermano mayor, un día se cansó y se fue. Se fue. Como quien escupe en una alcantarilla y su escupitajo desaparece en la olorosa oscuridad. Así desapareció Juan. De un día para el otro. Sin dar un mísero portazo. Unito como para que yo y mis hermanos más chicos nos enteremos de su partida. Pero bue, usted sabe como son estas cosas... A veces las personas despistamos, somos mezquinos con las pistas, ¿me entiende? No se si es que nos queremos hacer los enigmáticos o que luchamos para ser elocuentes pero fracasamos dolorosamente. Puede ser, ¿no? A propósito de eso, creo que no estoy llendo al grano. Si es que hay un solo grano. Disculpe si suena denso, Doctor, pero mi caso es un granero. Sí, esta plagado de granos. Algunos más llenos de pus que otros. Disculpe de nuevo, sé que suena medio asqueroso. No es una bella imagen. Pero por un minuto viaje a mi adolescencia. Qué complejo el tema de los granos. Es una claro ejemplo de como a uno a esa edad no lo dejan explotar. Me entiende, ¿no? Te reprimen tanto que ni hasta los granitos te dejan sacar para afuera. Así es como los jóvenes de hoy tienen tanto veneno adentro. Hay que dejar salir todo lo malo. ¿No, Doc? Fiush, fiush. Así dicen.


(Continuará...)

miércoles

¿Todo era amor... y ahora? [ Hace 120 años nacía Oliverio ]


¡Todo era amor... amor!
No había nada más que amor.
En todas partes se encontraba amor.
No se podía hablar más que de amor.
Amor pasado por agua, a la vainilla,
amor al portador, amor a plazos.
Amor analizable, analizado.
Amor ultramarino.
Amor ecuestre.
Amor de cartón piedra, amor con leche...
lleno de prevenciones, de preventivos;
lleno de cortocircuitos, de cortapisas.
Amor con una gran M,
con una M mayúscula,
chorreado de merengue,
cubierto de flores blancas...
Amor espermatozoico, esperantista.
Amor desinfectado, amor untuoso...
Amor con sus accesorios, con sus repuestos;
con sus faltas de puntualidad, de ortografía;
con sus interrupciones cardíacas y telefónicas.
Amor que incendia el corazón de los orangutanes,
de los bomberos.
Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas,
que arranca los botones de los botines,
que se alimenta de encelo y de ensalada.
Amor impostergable y amor impuesto.
Amor incandescente y amor incauto.
Amor indeformable. Amor desnudo.
Amor-amor que es, simplemente, amor.
Amor y amor... ¡y nada más que amor!


OLIVERIO GIRONDO

martes

El suicidado por la sociedad

 



Diálogo A

-CUIDAME. Pero cuidame verdaderamente. Siento que soy frágil ante el aire. Una simple brisa puede derribarme. Necesito saberme protegida por tu hombría. No quiero músculos, ni fuerza. Tu sola presencia basta. Tu ser cercano. Envolvente, prefiero morir asfixiada por ti, que ahogada por el vacío del aire.

- Estoy acá. Justo en ti. En tus pensamiento. En tu memoria, en tus recuerdos mas lejano, mas remoto, mas tenues. Sin embargo siento que me ignoras. Te noto distante, casi indiferente. Me necesitas pero tu actitud me demuestra lo contrario. Desgarra esa coraza.

-MIEDO. No lo logro fabricar confianza. Miedo de salir herida, quedar expuesta, parecer una estupida.
- Estupida sos al pensar ese tipo de cosas. Yo no creo, ni creeré eso de vos por que te -…

-No lo digas. No todavía. Temo la rapidez. Siento que la velocidad nos quita disfrute, que es una carrera permanente, necesito saborear el instante. Cada instante. Descubrir es una magia. El conocimiento y reconocimiento constante. Encontrarte, perderte y volverte a encontrar. Recordar juntos. Sentirte de una manera mas genuina y espontánea. Como si fueras un desconocido.

- Déjame cuidarte. Yo quiero conocer tu yo mas profundo. Tus sueños mas ingenuos, tu ocurrencias mas ridículas, tus miedos mas oscuros, REGALAMELOS. Yo también necesito de tu confianza, no sabes cuanto significa para mi.

-Es que-…
- Olvídate de todo lo que te puede haber herido en el pasado. Dame, pero principalmente, date una nueva y inocua oportunidad.

- Me ayudas, mis inseguridades femeninas-…

- Olvídate de nuestro sexo, de que vos sos una mujer y yo un hombre. Somos dos personas, dos seres. Iguales y diferentes al mismo tiempo. Esto es nuevo para ambos.

- Si pero vos-…

-Somos los dos novatos en el amor. Explorémoslo juntos, Dame la mano, y zambullámonos en este safari de aventura. Para mi también es algo desconocido, nunca antes estuve aquí, no se que nos depara el destino, por que cada instante contigo es un misterio.

-Pero no dejes de abrazarme.

-Mi amor hacia vos es un constante abrazo a tu esencia. Silencia tu cabeza e intenta percibirlo.

- Me deslumbra tu sensibilidad, quisiera descifrar la clave de tu simpleza.

-Es que no hay códigos que descifrar, justamente es eso. La espontaneidad. El arriesgarse, una caída libre al abismo de la duda implacable.

-No tenés miedo?

- Si, pero intento buscarle un sentido. Peso mi miedo en una balanza. Lo disuelvo en mi poca seguridad personal. Si le damos rienda suelta, nos paraliza…

-Pero a veces te siento inseguro… Como si tu paso firme flaqueara y tu mirada se volviese curiosa e ingenua como la de un niño. Hay algo en tus ojos que me remontan a mi infancia. Eso es lo que mas me cautiva, El percibir tu fragilidad. No todo es tan racional como parece. Sutilmente, tus sentimientos salen a flote, se te escapan, como los primeros rayos del amanecer, como agua entre tus manos. Esa perdida de control me enamora. Sentir que te supera, me causa gracia.

-Es que me supera, verdaderamente. Tus reacciones son impredecibles. Cada palabra que pronuncio cuando hablamos sale disparada de mi corazón. Eso me aterra. Me gustaría pensar fríamente las cosas. Pero es imposible. Sos ágil y vulnerable. Intento concentrarme pero me sacas de eje, tu presencia me inestabiliza. Sos un gran desafío. Como si fueras una ecuación, busco formulas, teoremas, busco y busco. Pero nada. Sos totalmente nueva y desconocida.

- Eso es…

- Alucinante.

- ves?

-Que?

- No sabes cuanto necesito ser consiente de estas cosas. Para luego olvidármelas y redescubrirlas.

- No creo que las olvides del todo…

- Esa estela que dejan en mi es la que me permite jugar libremente. A veces me canso de flotar y preciso hacer pie, ellas me reconfortan. Descanso y sigo buceando.

- Son ecos reconfortante.

- Ahora si, te am-…

-Ya lo olvidé. Sufro de amnesia. Lo puedes repetir infinitas veces?



Escrito en el 2006. Boceto intacto. Julieta.

Memoria de mis putas tristes (fragmento)

" Gracias a ella me enfrenté por vez primera con mi ser natural mientras transcurrían mis noventa años. Descubrí que mi obsesión de que cada cosa estuviera en su puesto, cada asunto en su tiempo, cada palabra en su estilo, no era el premio merecido de una mente en orden, sino al contrario, todo un sistema de simulación inventado por mí para ocultar el desorden de mi naturaleza. Descubrí que no soy disciplinado por virtud, sino como reacción contra mi negligencia; que parezco generoso por encubrir mi mezquindad, que me paso de prudente por mal pensado, que soy conciliador para no sucumbir a mis cóleras reprimidas, que sólo soy puntual para que no se sepa cuán poco me importa el tiempo ajeno. Descubrí, en fin, que el amor no es un estado del alma sino un signo del zodíaco.

Me volví otro. Traté de releer los clásicos que me orientaron en la adolescencia, y no pude con ellos. Me sumergí en las letras románticas que repudié cuando mi madre quiso imponérmelas con mano dura, y por ellas tomé conciencia de que la fuerza invencible que ha impulsado al mundo no son los amores felices sino los contrariados. Cuando mis gustos en música hicieron crisis me descubrí atrasado y viejo, y abrí mi corazón a las delicias del azar.

Me pregunto cómo pude sucumbir en este vértigo perpetuo que yo mismo provocaba y temía. Flotaba entre nubes erráticas y hablaba conmigo mismo ante el espejo con la vana ilusión de averiguar quién soy. Era tal mi desvarío, que en una manifestación estudiantil con piedras y botellas, tuve que sacar fuerzas de flaqueza para no ponerme al frente con un letrero que consagrara mi verdad: Estoy loco de amor. "

Gabriel García Márquez

/Conservación de los recuerdos/

"Los famas para conservar sus recuerdos proceden a embalsamarlos en la siguiente forma: Luego de fijado el recuerdo con pelos y señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sábana negra y lo colocan parado contra la pared de la sala, con un cartelito que dice: «Excursión a Quilmes», o: «Frank Sinatra».
Los cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio y cuando pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y le dicen: «No vayas a lastimarte», y también: «Cuidado con los escalones.» Es por eso que las casas de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras en las de los cronopios hay una gran bulla y puertas que golpean. Los vecinos se quejan siempre de los cronopios, y los famas mueven la cabeza comprensivamente y van a ver si las etiquetas están todas en su sitio."

Julio Cortazar

"Acostumbrarse a vivir sin saber cuando"

Cuando yo me apasiono o me enamoro de una mujer soy esclavo de la espera. Creo en ese momento que la felicidad sería el encuentro, después me doy cuenta que el alivio o la ausencia del dolor proviene de la desaparición de la imagen, no del encuentro. La mujer me encierra en mi mismo, en mi propia cárcel – eso me aterra. Lo intempestivo desaparece y la quietud se impone como algo estancado. Quedar detenido en el tiempo esperando, sabiendo que el próximo llamado va a producir nuevas inmovilidades. Todo permanece inmóvil, quieto – y los argumentos se repiten como fotos estáticas-.

Pero si encuentro una mujer y no me enamoro, cada encuentro puede tener el mérito de lo maravilloso, del descubrimiento. El abismo del vértigo del no saber cuándo el próximo encuentro. Y que si no lo espero siempre llega, y entonces soy feliz...

Acostumbrarse a vivir sin saber cuando. Esa es la clave. Acostumbrarse a vivir sin esperar nada, ni la muerte... si fuera posible.

Eduardo "Tato" Pavlovsky

"I've seen so many people live so badly, and so many die so well"

In a sense, fear is the daughter of God, redeemed on Good Friday night. She's not beautiful; mocked, cursed and disowned by all. But don't get it wrong: she watches over all mortal agony, she intercedes for mankind. For there's a rule and an exception. Culture is the rule, and art is the exception. Everybody speaks the rule: cigarette, computer, t-shirt, television, tourism, war. Nobody speaks the exception. It isn't spoken, it's written: Flaubert, Dostojevskij. It's composed: Gershwin, Mozart. It's painted: Cézanne, Vermeer. It's filmed: Antonioni, Vigo. Or it's lived, and then it's the art of living: Srebenica, Mostar, Sarajevo. The rule is to want the death of the exception. So the rule for Cultural Europe is to organize the death of the art of living, which still flourishes.
When it's time to close the book, I'll have no regrets. I've seen so many people live so badly, and so many die so well.

Je vous salue, Sarajevo (Jean-Luc Godard, 1993)

“When you come right down to it, the secret of having it all is loving it all”


Hace tiempo que no escribo. Que no me relajo, estiro y desperezo sobre una hoja de papel. Se ve que hace tiempo me vengo escapando de mi misma. De lo que hay dentro de mi, que esta a punto de estallar. Si. Escribir es catarsis para mi alma. Cuando escribo, escribe mi yo interno, mi sentir, mi ser autentico. Por eso me da placer y miedo. Por eso me cuesta encontrar (me) el momento idóneo para sentarme a tipiar o a garabatear tinta en un papel

… Es tan liberador. Tan catártico y terapéutico… Necesito vaciarme y este es el sitio. Necesito purificarme, desintoxicarme y abrir mi cráneo en dos. Dejar salir el vapor hirviendo. Solo así es como mis ideas pueden re-encausarse, y no comenzar a chocarse entre si, provocando un caos. Eso es. Mi cabeza si no escribo es un caos. Precisa aire fresco y puro, bajar la temperatura, el punto de ebullición, lograr el equilibrio. La escritura es luz, claridad. Por mas que las ideas se plasmen al papel es completo desorden, con fallas y ruidos, es así de la única manera que adentro del la cabeza se calmen, enmudezcan, se enfríen, y congelen. Solo en esa estaticidad helada puedo verlas, analizarlas y desmenuzarlas con sumo detalle. Las entiendo y reelaboro, las mejoro y riego, y así ellas solas, por su propia naturaleza, florecen. Es de algún modo, un germinador de ideas, el escribir para mí.

Pero luego de este prologo, que en el fondo siento que estoy dando vueltas para no decir (me) que me pasa, desearía poder comenzar a supurar…

Quisiera estar bajo un árbol. Un nogal o un jacarandá. Recostada y en silencio. Más que escuchando, dejándome invadir por susurro del viento, que entona a capella un himno al vivir. Que a mi alrededor no haya absolutamente nada. Solo naturaleza. Que un cielo omnisciente, cobrizo y miel me tueste la piel, inocuo y paciente. Que el pasto sea amable y abrazador y que la sombra del árbol sea mi único refugio. La brisa es muy tímida pero desde su indescifrable carácter me acaricia el pelo, y refresca mis gestos. En ese estadio estupefaciente del alma, mi mente se mantiene potencialmente pasiva. Nada la turba ni conmueve. Por que la naturaleza, arrasadora, la dejo atónita. Le quito la sensibilidad ante lo artificial y efímero. La volvió permeable a la simpleza y el rocío. Le dejo un hambre voraz de cosas eternas. La vida vibrante y provocativa que me rodea, me roba el aliento. Solo en esa micro décima de segundo soy conciente que soy yo lo finito y quieto del planeta y es la grandeza de la Madre la que esta en constante cambio versátil. Que minúsculo es el silbido de mis exhalaciones en comparación con el abrumador grito de una catarata. Que imperceptible se torna la voz humana, al lado del soberbio eco de un vendaval. Sin embargo, luego de un rato de dubitativa reflexión, caigo en la cuenta que… como decirlo… Existe algo más grande que la monstruosidad de la naturaleza, algo que al ser intangible, tal vez a simple vista parezca pequeño. Algo que no se encuentra en el afuera, sino en el interior… Es tan inabarcable que no existe sustantivo idóneo para rotularlo, rejas capaces de aprisionarlo, océanos suficientes para extinguirlo. Quema, arde, ilumina. Ablanda, hidrata y transforma. Debilita y fortalece a la vez. Abre puertas, cajones, candados y mentes. Cura, sana y zurce. Renueva, mata y revive. Es el amor.

LAS OLIVERIAS

"No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.(...) ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible
- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar."
                                                                                                 Girondo O

Los extorsionadores


A veces siento que las nubes pasan demasiado rápido; apuradas, contra reloj, sin saber bien a donde van. Creo que yo sé a dónde van, pero ellas no. Me gustaría decírselo. Contarles -al menos susurrarles-  el rumbo exacto al que están predestinadas. Estoy segura que yo lo sé y ellas no, repito. Pero me es difícil comunicarme con ella. No hace falta aclarar que no hablamos el mismo idioma, pero por momentos, en sus miradas… Sus miradas me atormentan. Ojo, no tiene nada que ver las tormentas, es algo de su temperamento. Algo que vas más allá de un fenómeno climatológico, algo, más bien, ligado al carácter. Ya que tienen, decididamente, un carácter atroz. Se esconden en la masa gaseosa, pero cada una de ellas podría compararse con uno de los cabellos de una medusa: caprichoso, obstinado, pero domable como un gatito siamés. Y sin embargo, son sus miradas las que encierran todo su señorío; porque claro está que ninguna de ellas físicamente puede dañarme.

 Que fácil sería soplarles su camino. Pero el punto está en que yo también soy compleja  y vanidosa: No pienso perder una sola gota, por infinitesimal que sea, de poder.  Del poder que me da saber algo que ellas ignoran por completo. Sin embargo, soy vulnerable a sus miradas… Que por momentos, son una. Dos ojos gigantes y agudos, capaces de lacerar el coraje del héroe más heroico. Me derriten por completo, me hacen salvia… Y tiemblo. Mi cuerpo tiembla de espanto. Es como si mis entrañas quisieran gritárselo. Traicioneras, inmundas, mercenarias. No voy a hablar. Ya lo decidí, no pienso hablar. Mis músculos se tensan al punto de intentar inmovilizar mi cerebro. Pero mis neuronas son más fuertes y triunfan.

Las nubes ahora mandan extorsionadores. Si, se piensan que así voy a desistir. No les va ser tan fácil.  Así como los siento exhalando detrás de mí,  los ignoro por completo. Les hago el infantil juego de “no te escucho soy de palo tengo orejas de pescado”. Pero ellos arremeten con furia. Osan rozarme, me acarician los hombros desnudos, examinan mi carne y se sumergen hasta mis huesos con el afán de ablandar o tal vez, erizar mis nervios…

 Es ahí cuando me volteo. No busco verlos, simplemente olfatearlos. Es su aroma el que me atrae, me provoca. Sí, soy débil. O quizás no. Pero ese misterio me cautiva. Quiero enfrentarlos pero no para combatirlos, sino para que se pasen de mi lado. Que estén al lado mío, cerca, ese es mi mayor anhelo. Quiero que sean más que mis aliados o mis extorsionadores. Busco otra clase de relación. Algo más intimo. Por momentos siento que ellos también se reúsan a dañarme. No les causo lástima, estoy segura. Pero, cómo hablarles, si las palabras se esfuman en el aire. Cómo tocarlos si son inmateriales. Me tortura la idea de corporizarlos, ya que perderían todo su encanto. Me gustan así: inexistentes y a la vez tan vivos como renacuajos. Quisiera poder olvidar aquel altercado con las nubes y fugarme con ellos. ¿Cabremos juntos en la nada?

Bartolo/me cautiva


Cada tanto veo a Bartolomé, sentado sobre el marco de la ventana, observándome con una mirada inexpresiva y sutil. Su postura me llama mucho la atención: parece que fuese de porcelana china. A eso de las seis de la tarde, puedo escuchar su respiración, que con los años se convirtió en un lejano ronquido de abuelo. Nunca se mueve, siempre está tieso, pensativo, hasta pareciera concentrado en alguna teoría metafísica de la existencia… como si tratara de persuadirme, no sé bien de qué… Su presencia me es punzante.

La última vez que lo vi fue el martes pasado. Estaba sentada en mi escritorio terminando un ensayo, cuando de repente apareció. No hizo falta quitar los ojos del papel, sabía que estaba allí. En ese preciso instante, mis músculos se tensaron y mi corazón cobró el ritmo del galope de un potro indomable. Fue inútil intentar continuar con lo que estaba haciendo. Todos mis sentidos estaban puestos en él. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y supe que debía mirarlo. Eso era lo que él quería: que lo mirara, que él fuese el centro mi atención. Cedí pues ante sus deseos: levanté sumisa la cabeza y expuse mis ojos a su mirada implacable.

-Aquí me tienes, pensé.

Y fue entonces cuando todo se desató. Una intensa conexión se forjó entre los dos espontáneamente. De forma estrepitosa, sentí que caía al vacío, al abismo de sus ojos ámbar. Todo perdió nitidez, el tiempo se había trasformado en una viscosa sustancia, que avanzaba con una lentitud insoportable –si es que avanzaba. Una extraña fuerza me ataba a sus pupilas, haciéndome prisionera, cautiva. Percibí una leve sonrisa en su rostro, la cual potenció mi ira y me generó cierta repulsión. No obstante, nada me decía su mirada. O lo que es peor aún, me decía nada y todo a la vez. Porque eso era lo desgarrante: no poder decodificar su mensaje. Mi cabeza se había convertido en un remolino feroz, en un tifón oceánico. Miles de sensaciones, imágenes, recuerdos giraban como un lavarropas a su máxima potencia centrifuga. Era imposible detenerse a pensar o intentar entender. Bartolomé me asfixiaba, me tenía sumergida en una  violenta regresión al pasado contra mi voluntad. Y para colmo de males, un intermitente sonido horadaba mis nervios.

 -¡Basta! ¡No lo resisto!, gritaba para mis adentros.

Pero a la vez, me daba cuenta de que era inútil. Nada podía hacer para librarme. Como si estuviera parada sobre arenas movedizas, cuanto más me alteraba, más esclava me volvía. Era cuestión de enmudecer. Pero no me refiero al simple hecho de no hablar, porque de hecho, mis cuerdas vocales estaban petrificadas. Enmudecer en otro sentido. Callar mi mente, que estaba a quinientas revoluciones por segundo.     

-Silencio, calma, silencio, calma..., me repetía incesantemente.

No había caso. Bartolomé estaba obsesionado, empecinado en vaya saber qué conmigo. Pero lo estaba. Su aparente serenidad era soberbia. Se había generado un campo cuasi-magnético entre nosotros y deseaba con todas mis ansias huir, escaparme, como cuando de pequeña corría desesperada a la habitación de mis padres aterrorizada por una pesadilla. Esa misma sensación y ese sudor helado se hacían presentes otra vez, cuando de repente...

-¡Laura, a comer! ¡Hace una hora que te estoy llamando a los gritos! Mi mamá se asomó tras la puerta. –¿Otra vez pensando en el gatito que atropellaste con el auto?

viernes

"yace aquí quien tanto huía que también de esta escaparía"

Conocía muy mal a las mujeres por aquel entonses. Poseían posiblemente propiedades remarcables. Pero yo necesitaba bastante morfina para defenderme de un sentimiento al que atribuía,  poco a poco, el horroroso nombre de AMOR.

jueves

¡Hola manola o manolo!

Querido extraño,
                    ¿Qué tal? Me resultan incomodas las presentaciones; y mucho más esta, que es a través de la web. Prefiero conocer y dejar que el otro me conozca "in fraganti". Por eso, te invito a que espíes el baúl de Bartolo y veas si te cautiva. Yo espero con ansias descubrirte. No tengo mucho más que decir en esta primera entrada. Hasta pronto, cambio y fuera.