Frescura

Frescura
Pero el ruido del mar no se comprende, / se desploma continuamente, insiste / una y otra vez, con un cansancio / con una voz borrosa y desganada.... [Circe Maia, 1932]

lunes

DA-DOS-DA / DOS-DA-DOS

Qué ganas de abrazar[te] el
misterio de tu perfil hasta asfixiar tus aires
de mago ilusionista.
Estoy ESPELUZNANTEMENTE loca.
Arte/saneando mi vida ando
y no me sale. O me sale mal.
etcétera, etcétera. Me siento tan estúpida
al escribir/pronunciar/pensar/
modular/susurrar la palabra:
AMOR. Creo que no me creés capaz
de conocerla. Wachito de morondanga.
Tal vez, en eso no
tenés razón. Já. Tal vez sí. Oh.
 Tengo ganas de
salir a caminar por ensima
del H2O de un lago
de algún jardín japonés, cortar una
flor de loto y posarla en tu boca.
Así dejas de hablar y empezás a HABLAR.
Si no voy a tener que incrustarte una ranita bebe en la oreja para que te repita
un poema de Quique Molina
y te pongas un poquito cachondo y después, los tres [vos, yo y la ranita -la podemos apodar Nelson o Miranda, como quieras.] escuchemos jazz, comamos uvas y tomemos café y más café y una copita de licor,
o un poco más...
y bailemos bajo un rayo de luna [cuatro baldosas y media,
sin pisar las rayas y sin la ranita]
No te quiero ofender, pero me da muchas cosquillas tu mano en mis espalda
y siento que voy a vomitar diez luciérnagas [que no son curiosas, yo diría
bastante malditas y solo un par
delicadas].
Por último me miras, pero con ese ojo medio
bizco que tenés en la nuca, sonreís
y me llevas lejos, muy lejos,
ahí donde el dulce de leche
sale a borbotones de
los caracoles y la espuma del
mar sabe a milk-shake de frambuesa.
Chin-púm.

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