Frescura

Frescura
Pero el ruido del mar no se comprende, / se desploma continuamente, insiste / una y otra vez, con un cansancio / con una voz borrosa y desganada.... [Circe Maia, 1932]

martes

Trueque de llaves

Un cuentazo de un librazo que estoy leyendo...




Es muy solitario ese lugar, junto al río Sarre. Abismos de paredes verticales formadas por piedra del triásico temprano ; unos gigantes rocosos, altos como casas, interrumpen el camino con su vestimenta color rojo-óxido de cazador furtivo, la enorme piedra movediza como cráneo ; ('hay montañas en las que dicen que viven personas con pies de cabra; y, si uno logra cruzarlas, otras que duermen durante seis meses' - siempre me gustó leer este tipo de pasajes en Heródoto.( Mi primera épica, Sataspes ) ).
Acababa de regresar de un paseo por el bosque al pueblito adormilado en el que vivía en esa época ; las habituales telas de araña invisibles se habían pegoteado a mi frente escasa cuando me agaché para avanzar por entre matas y arbustos. Arriba, a ambos lados de la ruta, se abalanzaban los sauces, cuchillas revueltas en las cabezas despeinadas ; el viento se agazapaba aquí y allá ; el clima parecía haber cambiado.
Luego me senté, cansado y satisfecho, en mi habitación ; bastante vacía de muebles, pero en caso de necesidad puedo utilizar la valija de la máquina de escribir como almohada y taparme con la puerta. Además, con menos aparatos se piensa mejor : mi ideal sería una habitación vacía sin puerta ; dos ventanas desnudas, sin cortinas, en las que se retuercen dos cruces endebles, invalorables para tipos de cielo como el de temprano a las cuatro ; o al anochecer, cuando delgadas lenguas viperinas color rojo sisean siguiendo al sol, ( mis dedos ya se doblaban en ese sentido ).
( Una cosa más para explicarme : vivo de los honorarios de mi máquina de escribir. Casi siempre, dulces insignificancias : colaboraciones para diarios ; conversaciones. En el Gran Brehm existe el término Menageriebild , unas diez especies animales que aparecen juntas y relajadas en medio de un paisaje paradisíaco : es así como compongo mis articulitos, ' De los sabios que tienen esposas malas '. A lo sumo, algún programa nocturno serio, ' Fouqué y sus contemporáneos '. ¡ No es una profesión agradable !) .
Así que sentarse, y observar con ojos abiertos los canteros de pensamientos. ( Adelante, delante de mí, se mueven las agujas del reloj ; soy anticuado y valoro los relojes toscos como tubérculos, en cápsulas para montañistas, pendiendo de una cadena de metal ) . La pared blanca, como siempre, me miraba con calma; con calma ; - calma. Con. - - ( Ese punto grueso y lustroso en la cerradura era el extremo de la vara de la llave ; muy lustroso. Tan lustroso que molestaba, en realidad ; decidí que al día siguiente lo cubriría con un círculo de papel ) .
Silencio. Lejos, en el campo, se oía el alboroto débil de un tractor. Una nariz tenía, como un ornitorrinco. Y la pared era paciente, como sólo una piedra ; de y a la piedra - pero había algo que no estaba bien. ¿ Yo fruncía la cara : ? : ¡ Ah ! ¡Ahí !
Con mucha suavidad, discernible sólo por el cambio en el brillo, giraba el punto gordo y reluciente de la cerradura. Giraba : ¡ y desaparecía !
Los cambios me entran cada vez más despacio. Suelo estar hundido hasta el pecho en la selva de los pensamientos y primero necesito hacer fuerza para salir, izarme hacia fuera con la ayuda de las manos - : ¡ y entonces la llave había desaparecido !
Salté hacia la puerta ; picaporteé y la atravesé de un tirón ; la cabeza hacia la derecha : ¡ nada ! ¿ La cabeza hacia la izquierda ? : ¡ ¿ no acababa de cerrarse allí la puerta de calle ? ! Di tres pasos ( mido un metro ochenta y cinco, tengo piernas largas ) - y alcancé a ver algo marrón que desaparecía por allá, entre los árboles frutales. Una mano superpoderosa me empujó : ¡detrás!
Cazar lo marrón : las ramas me dieron ración llena de sus habilidades como espadachines, Carte, Tierce, Indirecta de Segunda. Un sol amarillo y dudoso lo manchaba todo.
Precipitarse por tierras de labranza. Cien metros más tarde estábamos al borde de las rocas y mi presa marrón se arrojó de cabeza hacia los matorrales. Me desbarranqué por una pared ; se me ablandaron todas las articulaciones - diosmío, ¡ la velocidad seguía aumentando ! - rodé por regueros, quedé pegado al tronco de un pino ; y me levanté con los brazos extendidos : arriba resbalaba ; los arbustos golpeaban más salvajes ; me agaché y atrapé la gran pelota marrón con todo el cuerpo ; traía pegado el rostro de una muchacha de cabeza arenosa : nos sostuvimos así por un tiempo, y primero recuperamos la respiración.
Sentarse uno junto al otro. " Sí, la tengo " , admitió jadeando, sobre mi llave. El viento gimió una vez, sorprendido ; luego volvió la calma previa a la tormenta : altura mediana ; piernas delgadas ; rostro distraído. " Es que colecciono llaves - llaves famosas. De hombres de estado ; o profesores " . ( Entre medio, cada tanto, volvíamos a jadear, ? todos : juntos ' como dicen los españoles para coordinar una acción. ) " O de poetas ".
"¿ Usted dónde vive, en realidad ?" , se me ocurrió ; y ella señaló con la cabeza hacia la casita en la pendiente. Su tapado estaba tan raído como el mío y los zapatos, chuecos y gastados hasta haber perdido toda dignidad. " No lo creo; primero quiero verlo " . Caminamos en paz, uno junto al otro, hasta su vivienda : una habitación ; paredes blancas ; refugiada de Silesia.
Se movió incómoda entre los muebles pobres ; también trabó la puerta ; luego abrió un cajón : " Aquí " . Y, perturbado, vi los llaveros imponentes, en parte ya oxidados, cada uno con un cartelito escrito a mano : ? Llave del dormitorio de Greta Garbo '; ? la de Eisenhower ' ; ? Llave del estudio del Prof. Max Bense' . Su mano color marrón claro ahora sopesaba la mía ; titubeante, preguntó con la voz aguda y afónica de una bruja : " ¿ Puedo ? " .
Salir rápido. A escondidas, le pregunté a la granjera : "¿Quién es su inquilina en realidad? " . La gorda bruta asintió con toda su carne rojo-marmolada y rio : " Perdió todo en el Este, y se volvió críptica. No tiene a nadie ; es inofensiva. ¡ Pero hay que tener cuidado con las llaves ! ". - Volví a entrar, dudoso ; si hay una clase de personas que me atrae,son los coleccionistas : pasión y desconsideración ; dulzura y avaricia fatal.
Así que me acerqué a la marrón claro : la cabeza encajaba con mi pecho. Un nido de pelo grueso, en el que habría sido posible esconder diamantes ( ¡ y llaves ! ¡ En seguida se entusiasmó con la idea ! ) Comenzando los cuarenta : eso también iba bien. Nos miramos un rato.
" Bueno, puede quedarse con mi llave . . . ¡ si me da la suya! ". Ella levantó el rostro liso : " Ay " , dijo con inocencia, " es una cerradura de lo más común, no vale la pena " . Silencio. Respiré profundo, para que mis hombros se ensancharan en forma recomendable ( ? cazador furtivo en vestimenta color rojo-óxido ' , creo que decía antes ) : " No importa ; la quiero igual " , respondí en voz baja.
Primero miró la llave, luego a mí ; levantó la vista ; luego, de nuevo, hacia la llave sencilla. Un sonrojo lento y suave cubrió su cara. " Ah " , dijo, dudando. Miradas para uno y otro lado. " Pero si yo estoy loca " , objetó con debilidad. Rechacé brevemente con la cabeza ; además le prometí : " Yo consigo muchas llaves de poetas : ¡ los conozco a todos ! " .
Bajó la frente, entregada ; sus hombros aún dudaban un poco. Luego se balanceó lentamente hasta la puerta ; la quitó ; se me acercó. Con gesto avergonzado, clavó la llave en distintos lugares de mi abdomen ; primero pensativa ; luego, cada vez más radiante. Sus manos comenzaron a juguetear : pecho, hombros, más arriba, - ¡ cuello ! Yo también doblé los codos y apoyé las manos sobre sus omóplatos delgados.
" ¡ Ay, sí ! " , dijo más tranquila. Al trueque de llaves.
Traducción: Gabriela Adamo


ARNO SCHMIDT
Nacido en Hamburgo en 1914 y fallecido en 1979, Arno Schmidt es un escritor difícil de categorizar. Su lengua resulta irreductible: le interesaban las palabras raras, los neologismos, la plasticidad y el juego con los signos de puntuación (como puede comprobar el lector en el relato adjunto). Fue, además, un misántropo de importancia, aborreció del Tercer Reich y vivió en una aislada casita de madera donde fue hilando una tras otra obras totalmente personales. A pesar de su fama de intraducible, en español se conocen -además de Meteoro de verano- La república de los sabios, Momentos de la vida de un fauno, Corazón de piedra, El brezal de Brand y, en un mismo volumen de Minotauro, Leviatán (su primer libro) y Espejos negros..

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