Frescura

Frescura
Pero el ruido del mar no se comprende, / se desploma continuamente, insiste / una y otra vez, con un cansancio / con una voz borrosa y desganada.... [Circe Maia, 1932]

lunes

Volqué el vino

Volqué el vino sobre la mesa.
Tinto, quiero mojar con vos todo,
hasta el pasado.
/
De reojo nos mira la luna. Con saña.
Es el suyo, un resentimiento no correspondido.
/
La noche está cansada de que la traicionen las
estrellas.
Puñados de lentejuelas baratas -así les llama-,
manchas que salpichan su liso manto
color oscuridad.
/
Y aún estoy aquí con él
-galopando las horas.
Con él saboreé las aceitunas en aceite,
y mastiqué el queso,
que de tan agujereado sabía a aire.
/
Una voz italiana nace del fondo
del un tocadiscos. Enredaba, de a ratos,
con una guitarra,
-creo que flamenca-,
me hace verte en blanco y negro,
cinematográficamente.
/
En las paredes, el eco de tus miradas.
En tu mirada,
una imagen mía que no recuerdo.
La mirada del otro nos vuelve desconocidos,
me dijiste una vez.
/
El viento se ausenta de a momentos,
va a la cocina y viene hacia nosotros,
a tu frente.
/
Sobre la mesa, las tuyas y las mías:
Las manos,
envueltas en una servilleta, tomadas.
Las ganas,
Cocidas y humeantes,
en el borde del plato.
/
Te dije que tal vez, sin comprometerme.
Pero ya abanicaban tus pestañas mis bostezos,
y ahora nada veo -la nada dolorosa-,
en esta oscuridad miserable
de velón consumido.
/
Me choqué tus piernas por debajo de la mesa.
Perdón por tantas cosas, pensé.
Anque no me arrepentí.
/
Una ráfaga de viento apagó el velón.
Y me estás acariciando el antebrazo
con tus cinco yemas.
Ya es tarde.
La frase que buscás,
al llegar a mis labios,
volvió sobre sus pasos,
en el momento en que volqué el vino.



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