Frescura

Frescura
Pero el ruido del mar no se comprende, / se desploma continuamente, insiste / una y otra vez, con un cansancio / con una voz borrosa y desganada.... [Circe Maia, 1932]

domingo


Gracias por esta paz
sublebándose al camino
los pies desnudos en charcos
de vela, los grumos de sol 
en las plantas, oigo tu voz    y no hay nada
una memoria ablandándose tibia
como la yerba podrida en el mate
y fumás
silencio, para arrastrar el tiempo
lejos    a otro balcón con plantas
malvones, gerañios, lazos de amor
tu yemas se volvieron hojas
absorbieron la palabra ausencia
ahora sos de agua
te enredás en humo y subís
ya el rasguído es profundo
en llamas el ritmo, en llamas tu corazón
que abrió los ojos hechos bolitas,
gracias por esta paz,
la siesta nos sorprendió desnudos.  

uno de Eugenio Montale

La anguila

La anguila, la sirena
de los mares del norte
que deja el frío Báltico
para llegar a nuestros mares
a los estuarios y los ríos nuestros
que remonta avanzando
por lo hondo contra la corriente
de cauce en cauce y luego
por afluentes más pequeños cada vez,
siempre hacia adentro, al corazón
del peñasco, y se queda
filtrándose en los hilos
de agua turbia y de barro hasta que un día
una luz disparada desde los castaños
le enciende un sobresalto
en pozos de agua muerta,
en los pozos que bajan
desde los Apeninos,
la anguila, antorcha, látigo,
flecha de Amor en tierra
que sólo nuestros secos
arroyos reconducen
al paraíso
de la fecundación,
la anguila, el alma verde
que busca vida ahí
en la desolación ardiente,
una chispa que dice
todo comienza cuando todo
parece ya carbonizado,
enterrado tocón;
la pupila fugaz,
igual a la que engarzan tus pestañas,
y brilla intacta entre los hijos
de los hombres hundidos
en tu fango, ¿podrías
creer que no es tu hermana?

Traducción: Alejandro Crotto



miércoles

go-tan-ta-pa-sión


¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?

Tal vez, de lo frágiles que somos. Cuando decimos amor, nuestro bicho del caracol sale a la luz, se asoma eso blando y baboso que nos da vergüenza mostrar.

Sanateamos, chamuyamos, guitarreamos. Porque en el fondo, hablamos de algo que nunca terminamos de conocer. Esgrimamos con las palabras, nos volvemos espadachines del lenguaje. Quizás para acercarnos un poquito más a la cosa, para tocarlo. Intentamos pesarlo en la palma de nuestra mano, y así percibir más palpable el sentimiento...  Si es que es un sentimiento, claro. Algunos dicen que es un acto de la voluntad, una energía, una meta, una escusa, un resultado, una casualidad... Otros dicen que es Dios.

Todos tenemos la palabra en nuestro vocabulario. Un mendigo, una anciana, un futbolista, una madre soltera, los borrachos y los directores de los colegios. Todos hablaron alguna vez de el amor. Después está la diferencia entre hablar de el amor y hablar de amor.

En definitiva, cuando hablamos del amor o de amor, hablamos de personas. Porque para amar tiene que haber, aunque sea, una parte humana. Se puede amar a un animal o a un objeto, pero siempre hay una persona que ama a. Por eso, hablamos de lo nuestro. De lo más humano, aunque a veces parezca divino.

Hablamos de instantes fugaces que casi no existieron. Hablamos de fuego en el esternón, de unas ganas locas de correr, saltar y gritar. Hablamos de celos, de extrañar, de besar, de pensar, de no tener y tener, de tiempo, de espacio, de color, de un par de ojos, de manos, de sombra, de miedo, de vos.

Voy a seguir escribiendo acá, por el momento freno. Aunque cada vez que viajo en colectivo, camino por la calle, entro en un supermercado o en un café, miro a los ojos a las personas y me hago esta pregunta. ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?





viernes

El último asado

Un adelanto del corto de mi amigo Julen Laburu, un loco que se las trae. Bueno, bueno, gran laburu. 

Al que se quiera dar una vuelta... se proyecta el  martes 18 a las 19 hs en el cine de la F.U.C en Pasaje Giuffra 330 entre Defensa y Balcarce. 


sábado



Hay una postura ante todas las cosas. Puede ser la no postura. Pero nuestra osamenta, incluso la mental, nos  vuelve inevitablemente seres posturales. A veces tremendos hipócritas; la postura dice mucho, quizás demasiado. es la locación del ojo frente a la cosa, es lo que podemos -no tanto lo que elegimos o queremos- ver del asunto. Decirla a veces nos deja desnudos, entonces buscamos una postura "digna" de ser vociferada, nos paramos atrás de algún "grande" y nuestra postura se va volviendo cada vez más débil, más chiquita y tímida. Pienso que a la propia postura hay que tallarla, esculpirla, sin miedo a la grieta. Aspirar algo pétreo, que se la banque. Como a las plantas, clavarle maderitas paralelas al tallo, vias de sostén. Tomar buenas posturas de otros, nutrirse, pero salirse de la sombra, dejar de ver detrás del hombro de.... y aceptar cuando nuestra postura se cansa, se pliega sobre si misma, nos dice "basta, ya no me puedo mantener erguida". Cuando a mi postura le pasa eso me siento junto a ella en el piso. Le acaricio el pelo, le doy palmadas de ánimo en la espalda y miro por sobre ella, miro eso que ella miró con otros ojos, más limpios. Tal vez, la cosa más jugosa pase por ahí, por saber mirar por sobre la postura.