Frescura

Frescura
Pero el ruido del mar no se comprende, / se desploma continuamente, insiste / una y otra vez, con un cansancio / con una voz borrosa y desganada.... [Circe Maia, 1932]

martes

gurí




Antes de que se fuera para siempre, su madre, desde la puerta, sosteniendo un helado de palito, que chorreaba, frutilla líquida, le dijo: Un buen amor vive en estado de necesidad.

Los gurises de la plaza de Lavalleja comentaban que estaba engualichado por una noviecita. Su abuela le dio un beso en la frente y le hizo la señal de la cruz.

A fines de junio, le fueron incautados varios objetos:
tres garrafas de tres kilos, un farol, un cargador
de celular, varias prendas de vestir y ropa
de cama, a pesar de que nadie
los había denunciado.

Serían ofrendas para el 2 de febrero, el día de Ienmanjá.

La noche del robo fue a la playa a mirar el eclipse y rezarle a la Donha Janaína. Cuando la Tierra se estacionara entre el Sol y la luna, pasaría de color hueso a color sangre.

La chica del tiempo lo había anunciado: las fases iniciales –penumbral  y parcial- de la luna roja, asomarían a las 6.15 am en Montevideo, horario de verano, y 5.15 am, en Buenos Aires. Europa no vería nada porque en sus coordenadas se genera un cono de sombra. Esto lo puso contento y encendió una tuca diminuta que guardaba en el bolsillo de la camisa. Las estrellas estaban que explotaban.

Sentado en un médano, con mucha oscuridad abrazándolo, recordó la frase de Mateo: la música es Alquimia. Y sus manos comenzaron a buscar en sus muslos un ritmo, como un rezo, pequeños golpecitos sincronizados, rasteaban a un ritmo que se bailara, chocando sus palma con la piel fría, compuso un ritmo
como un rezo que se bailara en la luna.

La separación es todo lo que se necesita para conocer el infierno, había escuchado decir a unos viejos en la esquina de Paullier y Castro Barro. La luna fracturada y rojiza le hizo pensar en ese infierno.

Después bostezó con frío y el viento le arrimó una hoja de diario para taparse. No leyó por falta de luz,
pero el titular decía:

Peruanas matan a abuelos
de amor. 

sábado

una historia


Una vez pienso:

dentro de esta ciudad sé que late alguien
que dio besos intransferibles

lo busco, lo encuentro, lo pierdo

con ritmo de rinoceronte, lo sigo buscando

algunas veces, digo: 'ay, ya casi lo palpo' 

el diario no habla de él, 
no dice que sabe de abrazar, de mesclar la piel.

tomo café en el balcón, son las 7
fumo

guardo las bufandas de colores en la baulera

cobró y pierdo el monedero, odio la plata

para resumir:
hubo dos años largos en el medio, 
en los que estuvimos en transito hacia el primer abrazo

murió mi jardín 
nació mi jardín 
muchas veces

Hasta que nos subimos al taxi, la tintorería de Yufán, 
y 'nunca se apagó el saumerio del living'.

ya estamos juntos.



miércoles

hober y loly

Por azar, me topé con este videíto casero en youtube. Los sujetos que hacen música en él son bien conocidos. Hober y Loly, dos personajes entrañables de mi verano en Rocha. El primero, es la boina apenas caída, la mirada tímida y una voz acaramelada y mansa como un cambio de marea. Tiene tintes drexlerianos fusionados con el susurro anónimo que se oye al fondo de un toque de candombe. El segundo, el Loly, tiene fuego en las manos y los ojos más llenos de furia que ví en mi vida. Yo estaba ahí, la noche en que sus uñas de acrílico -las naturales hacía rato se habían muerto de tanto darle a las cuerdas en los metros de barcelona- se estallaron en pleno show. No hay poesía en eso. El tipo tocaba con todo el cuerpo, hasta las últimas consecuencia... Ambos son oriundos del Chuy y se habían venido para Punta del Diablo a inundar la aldea de música. Ese era su estribillo en eterno bis: como hombres fieles al mar, todos los días salían a la pesca de oídos. Pasaditas las ocho, cuando el cielo se teñía de unos rojos violáceos que daban calambre, apuraban los últimos mates y levantaban vuelo. Tengo la imagen nítida de cuando se perdían por las callecitas de tierra camino al centro. Dos cuerpos con las guitarras tatuadas al hombro, siempre en fuga en busca de un buen sitio donde hacer ruido...
Tiempo después, descubrí que a Hober se lo puede escuchar por acá; y al Loly, intuyo, que en una calle perdida por algún rincón del mundo. Anticipo que en este video viene con los comentarios de quienes los filmaron de yapa. No sé quienes son. Sí, todo es muy naturalista... como estos dos locos, que no sabían de pose, sino que eran puro arte y espontaneidad.


martes

ducha

1.
Al ducharme bajan
por entre los diminutos
pelos de mi cuerpo
infinitas mujeres
veo deslizarse corriente
abajo sus pensamientos,
sus deseos hechos
burbujas. Me los enjuago.


2.
Por mi ducha caen
también las lagrimas 
y el sudor
de mis vecinos de arriba
Lo mío se suma a eso y sigue bajando. 
Esa es la verdadera reunión de
consorcio.

puntos de vista

El fumar en el hogar daña a los niños y voce está aquí,
dos carteles delante de su cara y usted pura indiferencia. 

Sin embargo, el joven que miró durante toda su estadía en el Lido
Mediterrané cuatro estrellas ya se fue. Recién partió. 
A él sí una atención infinita
mente inútil; pues no cruzaron ni una sola palabra. Solo
hicieron sapito
en la orilla, una tarde, 
en silencio. El agua apenas por
arriba de la cintura y los ojos clavados en el horizonte,
llenos de pudor. Si se miraron de reojo en algún momento,
                                                                                        será  eterno
misterio. Porque acaso, 
¿no son eso las vacaciones?

                                          ¿un engordar de placeres y desencuentros? 

roadmovie

Era lo suficientemente tarde para improvisar maniobras
marcha atrás o buscar algún tipo de motel mental.
Tampoco estábamos de ánimo para frenar con cautela
 a la vera de la ruta y consultar un mapa hecho migas.
Soñolientos, queríamos llegar al centro del universo.
 ¿Era tan difícil? Deseábamos quemar la minivan frente
al verdadero ministerio del amor. Así y todo, nos entregamos
a la humedad oscura del túnel, la luz al final como única
salvación, como norte. Acaso hubiésemos preguntado
 a un nativo lunar, a un cara de gato, pero no. El precipio de la duda
era lindo en demasía y las decisiones tembleque en cada bifurcación
nos iban tallando con ternura. Nada de parquear la conciencia,
 atrás quedaban los huéspedes de la pena culposa.
Con sombrilla cerrada en el capó y un buen set de pelota inflable
 y paletas, ni los saltamontes galácticos, ni la lluvia de oro peruano
 podría contra nosotros. Somos un tipo y una tipa común, dijiste.
Tipos comunes que queremos acercarnos al coso de los dioses,
al templo de los cositos, dije silbando bajito. Mientras, en la estación
de servicio que habíamos pasado hace apenas tanto, una maestra
y dos carniceros discutían sobre las guerra veganas y la trilogía del brócolí,
 escrito con doble acento. Ya nada, ya todo. Nadie nos avisó
la cantidad de lavandina necesaria para vaciar de gérmenes un corazón.
No importa, pensamos telepaticamente en silencio. Tampoco fue necesario
 sacarse a Shakira de la asotea o baldear la lengua de tanta canción romántica
de radio. Ahora nos quedaría aguantar un tiempo, algo parecido
a recibir mil inyecciones de nada o estar echado por horas en el sillón del living

un domingo feriado, hasta que sea lunes.  

viernes

Observaciones matinales desde el balcón:

[
Una nena corre por un estacionamiento
atrás de su papa. El tipo 
se pierde entre los autos, sale
de foco. La nena queda sola 
en el encuadre, y lo llena de significado. 
En un vacío de motores quietos, es la vida. 
La infancia que todavía no sabe manejar.



[[
Un hombre con muchos años toma mate
y fuma en su balcón. Llego 
a ver claritas sus bolsas bajo los ojos. 
Están plegadas prolijamente como las blancas 
de naylon que dan en el súper. Apenas pestañea, 
sus bolsas están estáticas, inmutables. No son
de cansancio, estoy segura. Esas extensiones
de piel finita son el símbolo de haber mirado
mucho. Ceba rápido el viejo, chupa la bombilla
tranquilo como quien ya ha visto lo suficiente. 



[[[
La escena es simple. Dos pintores 
en una terraza miden una pared. Ambos
de blanco cal se confunden con las nubes. Están 
desde temprano, le ganaron al sol. Sus rostros
son dos manchas. Esto es y será así. 
Para mi, que estoy en la lejanía. 
Para quien los contrató, que sólo 
recordará el muro pintado.

"Éramos la eternidad / recitando al oído."

         

Ayer toco Birabent con su trío eléctrico. Sus poemas hechos canción bajaban vibrantes del escenario como un manantial de cables luminosos. En La Siranush, con picada y buen tinto de por medio, nos adentramos en una corriente alterna de sonidos y recuerdos. Porque Antonio y su obra tienen eso que le da misteriosa unicidad: son ecos de otro tiempo, acordes con tridimensión emocional, letras vueltas dardos nostálgicos al corazón.




miércoles

simpleza rústica / serenidad que aparece con la edad

Wabi-sabi. Hace un tiempo elegí 
esta visión como filosofía, o camino
alternativo. Habla de una austeridad
esencial, de una sencillez que abraza
lo imperfecto.  

Wabi es simpleza rústica, frescura o quietud
 en objetos de la naturaleza como hechos
 por el hombre. También se refiere
a peculiaridades o anomalías que surgen
durante el proceso de construcción y 
dotan unicidad al objeto.
Sabi es la belleza o serenidad que 
aparece con la edad, cuando la vida
 del objeto y su impermanencia se evidencian 
en su pátina y desgaste, o en cualquier 
arreglo visible.




martes

Sea odi

Te comiste las vacas de Helios, el Sol, hijo de Hiperión;
Hay un vértigo natural en eso, como cruzar las vías del San Martín
a las 4 de la mañana. O darse cuerda, digo cuenta de que 
lo que cuesta del amor es que tiene a otro
involucrado. Mientras tanto, todos perecen por sus propias
locuras. Es como un caminar rodeando una gran montaña con
el amante –el extraño que trae el caos-. Este permanentemente
nos lleva contra la cornisa, nos hace ver
el precipicio y padecer en el ánimo
gran número de trabajos. Tironea, saca de eje,
hace zigzaguear. ¡Oh, diosa, hija de Zeus! 
Sería un posible
grito. Así es amar alguien. No voy
a decir lo bueno de dejarse sarandear,
porque no lo sé todavía.
Otra vez pienso en destruir el sacro barrio Rawson
en Agronomía, como si fuera la mismisima Troya;
ya sé, es tu Ítaca, pero a mí no me parece
tan insensato. Lo lo pienso todos los días.
Necesito entrar en un abrazo extraño.
O que me cuenten una historia, aunque no sea más que una parte de
tal cosa. Por ejemplo, cuál es la edad en que los hombres y
las mujeres se transforman en sus padres o
como se ve el queso roquefort en una radiografía
o qué queda cuando ya vertimos todo el contenido
de una botella desde la proa del Titanic...
Una historia de consecuencias visibles.
Porque los peores miedo siempre están en la
anticipación. Lo digo después de quince 
días de vagar errante, llena de vapores
y besos subastados. Lo digo, porque yo misma
lo divisé en la playa:
era un oragután surcoreano con el caos desgranándose
en los ojos, la voz llena de arpegios y la boca
más sonreidora que vi en mi vida.
“Si no hay acto de creación, no hay amor”,
me dijo con palabras quietas. Recién ahí
emprendí la vuelta a mi Ítaca en Villa del Parque.
Tomé el 110 hermosamente y empecé a saborear
el té frío que me prepararía al llegar a casa:
lo que está frío y fue caliente podría reconfortarme
de tantas epifanía surcoreanas. La cosa es que
decidí dormir durante el viaje en bondi, para dejar
de ser yo por un rato. Pero imposible pretender
escapar de tal Odisea. No todos los días se conoce
a un orangután surcoreano con capacidad de ternura infinita.




lunes

Recorte



Estaba en Uruguay. Me había ido un tiempo sola. Después de varios días sin tele, ni internet, agarré la bici y fui al centro de San Rafael a comprarme el diario. Era un mediodía de mucho sol y brisa salada, así que pedaleé rápido y me fui a leerlo a la rambla.

Entre turistas que se sacaban fotos y hacían barullo en otros idiomas, leí la noticia y me largué a llorar. Gabo se fue, me dije. Y nadie escuchó. Con El Observador bajo el brazo, recordé cuando me compré mi primer libro de él, Memorias de mis putas tristes. Alguien que no recuerdo me dijo: no podés leer eso de García Márquez. Y por supuesto, me enojé y lo leí con más pasión que cualquier otro libro. Siempre me gusto el lado B de los monstruos de la literatura. Y en esa novelita encontré al Gabo mío, mi Gabo, al tipo que hablaba de lo que a mi me interesaba. 

El libro cuenta el amor de un hombre grande por una prostituta. Será algo trivial, sí, puede ser. "Trivial" justamente proviene de la condición de las antiguas mujeres que se paraban en la intersección de tres caminos para esperar un hombre, no importe de donde viniese. Trivial, hay veces que me gusta lo trivial. De algún modo, así estaba yo cuando me enteré de la ida de Gabo. No esperaba a un hombre, pero sí un significado, algo porqué llorar, porqué sentir. 

Las personas que están de vacaciones viven en un limbo donde no existen las variables de la vida real. Muerte, enfermedades, peleas, robos... Las vacaciones son un tiempo finito y perfecto. Una farsa. Y en el medio de todo eso, estaba yo y la muerte de Gabo.

Hice el duelo mirando el mar, rodeada esas personas y sus vacaciones. Me armé un cigarro, lo prendí y lo hice serena, como si estuviese sola en el mundo. Es así, cuando me entero de la ida de un escritor me cuestiono mi escritura, mi legado de letras, a dónde quiero llegar con lo que escribo. La ida de ellos me hace pensar en mi llegada al mundo de la literatura. Por eso, estaba demasiado ensimismada y no escuché la voz de una brasilera me pidió que le saque una foto. La mujer se asustó porque no respondía y me zamarreó del hombro.   

No recuerdo mucho más de ese día. Calculo que siguió como todos días que uno se entera que alguien muere. Fui a la playa, tomé maté, leí...nada fuera de lo común. Creo que eso es lo más terrible de todo. Darse cuenta que después de una muerte todo sigue igual. 


viernes





abajo del traje
se sobrevive
un hombre

el pucho sobre el dedo
el brazo sobre el apoyabrazos
el vicio sobre la humanidad

Entre bocanadas
se va tu vida
el gran negocio

la ciudad y la perciana
son lo mismo:
la pared diaria.

El sacrificio conyugal
te vuelve un angel
que vive dos mundos











nácar tu piel
dormida tenés
el rostro de un dios

amasar las penumbras
flotando en agua
eso es amar

sumergidos en drama
nada asesina mejor
que el silencio

agua nipona
ojos lombrices
juego en la tina
arigató arigató



Tu cuerpo de princesa
intoxicado en la orilla
no es un cuento de Disney.


Verte así llena de petróleo
es una mierda
Obviemos lo terapético

jueves

poemas en sedas hechos canción

Entre 1973 y 1985 Mauricio Rosencof vivió encerrado en un pozo como preso político de la dictadura uruguaya. Para vencer al tiempo y a la demencia, escribía sus poemas donde podía: en papeles de cigarrillo, por ejemplo. Así, clandestinamente, entre la oscuridad y las paredes húmedas del calabozo donde pasó casi 12 años encerrado y sin ver el sol, escribió los poemas del libro “La Margarita”. Tiempo después, Jaime Roos les puso música a esos poemas y los editó en el disco que lleva el mismo nombre. 



Historias






La historia de dos que se amaron
cae aquí, igual que la cucaracha
muere de envés.

Arrojamos cadenas de deseos al universo.

Quien haya visto girar la tierra,
su pelota loca sobre un solo sentido,
temerá más el batir de los rayos de las antiguas historias cayendo en el presente.
La unidad mutada,
la sentencia que puede enlazar la muerte de un limonero,
el canto de un zorzal, un niño en las estaciones, un número abandonado.

Siempre es mayor lo que no puede ser.
Y despierta con sus clavos nuestros días.

Las historias imposibles están en todos los sitios,
mendigan tu día, tus hijos y tus muertos.
Van en dirección horizontal igual a los fantasmas
o la mirada de los ancianos.

Indefensas, son tus huérfanas,
la causa del vacío que crías algunas tardes.

Las aguas del bautismo no las curan.

Todo lo que no ames se dispara al mundo
para que alguien lo recoja.
No amar es clausurar un niño
quitarle el hombre.


Maria Julia Magistratti, Azul, prov de Buenos Aires, 14 de junio 1976

lunes






consejos al joven poeta

me parece sobre todo / que hay que estar atento
mientras ocupa tu atención la lluvia / otra lluvia
tu aburrido trabajo / el martillo la pinza el deber
a lo invisible que existe / que persiste
impostergable / a lo otro que sigue y acontece
sin atender al eco / del tráfago ensordecedor
o ponerlo en su lugar

Fabián O. Iriarte

domingo

delta

Mejor hablemos de las personas,
escucho vestigios de un pronóstico
reservado. El clima, enrarecido
para manejar un barco errante.
No quiero fronteras, mejor;
solo crítica implacable a los
detalles ocultos. El Delta
en puro descontrol: el agua
del río bastarda. ¡Falta un plan,
ciudadano del mundo!
La metafísica peste
tuvo una cita emocional.

¿Un posible conjuro para librarse de un enjambre de abejas?

Vos me preguntás de conjuros, yo te voy a hablar de magia. Pero de una magia que no tiene repetición, de un suceder sin fórmula, ni posible reincidencia. Es que los hombres y las mujeres se la pasan buscando una receta. Para aprender a toser sin hacer demasiado ruido, para cazar mariposas tomándolas de ambas alas a la vez, para amar dignamente a alguien. Pura fórmula, puro paso a paso, causa y consecuencia, pura lógica requetesúper masticada. Qué curiosa esta costumbre de los hombres y de las mujeres, ¿no? Porque basta con pensar, con ponerse a contemplar lo más simplón de la vida para darse cuenta que cada día es irremediablemente distinto. Cada instante es inclonable, irrepetible, inigualable, in…in….in…. Y ahí están los hombres y las mujeres buscando conjuros, técnicas para, malditas técnicas para repetir malditos instantes de dicha. Como que su equipo favorito meta un gol, o que la linea de colectivos que suelen tomar no esté de paro, o que la pinza del juego electrónico efectivamente pesque el osito de peluche que quieren regalar a su sobrino, o que puedan amar dignamente a alguien. ¿Por qué, por qué los hombres y las mujeres no hacen todo lo contrario? ¿Por qué nadie nunca dijo que repetir es la fórmula más probable para fallar? ¿Por qué lo nuevo, lo exótico, lo primerizo no es regla? Crear, hombres y mujeres, crear es la clave. Ser creativo es el mejor conjuro para ser libre del conjuro. Porque somos seres de tiempo y el tiempo está en constante recambio. Porque ahora está muriendo el minuto, una gota de mar, una escama de tu piel. Porque ahora está naciendo el minuto, una gota de mar, una escama de tu piel. Morir y nacer, no hay repetición en eso, sino un constante recrearse. Vivir es un acto de creación. ¿Y vos me preguntás un posible conjuro para librarse de un enjambre de abejas? Yo te hablo de magia. Y cuando digo magia, te hablo hablo de ilusiones. De crear ilusiones. Para toser sin hacer demasiado ruido, debes crear una ilusión. Para cazar mariposas tomándolas de ambas alas a la vez, debes crear una ilusión. Para amar dignamente a alguien, debes crear una ilusión. Para que todo esto funciones, debes creer en esa ilusión. Solo así, toser sin hacer demasiado ruido, será un acto de creación. Solo así, cazar mariposas tomándolas de ambas alas a la vez, será un acto de creación. Solo así, amar dignamente a alguien será un acto de creación.

lunes

cena

Que cocines en silencio sin
apuro y yo esperarte; esperar
la comida, tirada junto a los
platos, anticipando el sabor
en la boca; vos con los ojos
en el cuchillo, los daditos de
tomate apilándose perfectos
entre las curvas de la lechuga,
el orégano por la carne, su
perfume; desde el sillón, te miro
hacer esta cena que es regalo; la
comida es lo que trasciende
lo material y termina dentro mío.


miércoles

Ñata

mi mano arrugada sobre la tuya
correspondencia entre nosotras
hay silencio   no me convidan mate por chiquita
callan noticias tristes
hay mucha amargura ahí   en el fondo de los ojos
no en los tuyos  que son de agua tibia
tenés un lunar en la mirada que se multiplica en mi piel
las manchas de humedad y los bichos
se meten por los surcos entre nosotras  la hoja se rompe
por la fuerza del encuentro    emanás paz
la cruz te cuelga como escudo
predicando un final             conversamos entre mates siempre iguales
por años  noventa y pico de años  mi cabeza en tu cuerpo casi muerto
todavía palpitante de historias
y a vos te visitaron ángeles.

Las lineas ahora como disparos, el perro que te volcó
la hoja se curva  oculta tu cadera rota
pulverizados todos
nadie vio la violencia  solo las macetas sin malvones
con las rodillas en los cerámicos helados  beso tu mano
la estiro para verte la venas y oler tu sangre.
Ellas dicen que no caminás    pero hay tierra en tus muslos  los masajeo
en silencio  busco en tus manos los bastones.

Vos la viste una noche cuando enferma    ahora no te acordás
tu cuarto partido en dos por un mueble alto de madera de pino
al otro lado tu nieto y su hijo  dormidos   y vos pedíste la ventana por si venía ella
ese día te tranquilizó     tocó tu cara y la volvió niña      así te veo siempre

Después supe de vos por ellas    las que cebaban nuestros mates
te despidieron chiquita de piel con un dolor inútil
te dije que chau, hasta pronto   sin lágrima desde el sillón de terciopelo
y apoyé la cabeza en el hueco que conservaba todavía tu forma.


el lugar que ocupa

"No sabe es Uno que no sabe / pero lleva tal silencio en el espanto de la frente / que parece haber estado a solas con el Amor”

Jorge Alemán

Lleva tal silencio en el espanto de la frente;
lleva desteñido magenta
el pelo largo y tiene la piel delgadísima color
arroz con leche quemado. Y en el brazo izquierdo,
una isla de color: un tatuaje 
de elefante azul incrustado 
hace tiempo. Son casi
las 11 en la cabina y el viento
juega a despegar la foto de Brigitte
Bardot desnuda. Y Lleva tal silencio…
que los grillo de afuera lo aturden, la birome
sin tinta, el sudoku lleno, nada más
para decir.  Un hombre es el lugar que ocupa,
le dice una galleta
de la fortuna. Pero qué pasa cuando 
el lugar es una ruta, una frontera
perdida con Perú.     
Y automaticamente piensa en el bisturí que
haría el cambio, este instante
sería historia. Como la Bardot
parecería haber estado a solas con el amor,
después del bisturí, el gran corte…
 Un hombre es el lugar
que ocupa, y agrega:
esto debe tomarse al pié de la letra:  todavía
queda noche por delante
y ahí viene un auto
a pagar su peaje otra vez . 


the last puchou

encontrar en el bolsillo del pantalón
un pucho aplastado. No son monedas, ni caramelos,
lo que vale
ni algo que nos recuerda a una persona pasada
Lo lindo es toparse con medio pucho,
algo fumable
en la madrugada solitaria, desbordante
de trabajo tedioso. Prenderlo
con sumo cuidado,
acunándolo entre los dedos como un dios
y pitar ese pródigo
como si fuera the last puchou
con el cuerpo entero.
en el silencio del silencio.

martes

Volutas

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Siempre escucho adentro lo que tarde y observo
las volutas de fuego trepando por tu vaquero deshilachado.
Suena Coltrane, mi cigarro es más ceniza que otra cosa
y oigo tu voz repitiendo esa frase de Heidegger
que leíste la tarde de lluvia que nos besamos
en el pasillo de la facultad: “el problema es estar
preparado para morir en cualquier momento.”

Un puerta se abre, mi humanidad entrando a la habitación
y vos en situación dudosa. El vaquero en llamas, una hoguera
emocional.

No consigo recordar hechos, apenas imágenes esfumadas,
sensaciones. Acaso se deba a que nunca estoy en el lugar donde
se encuentra mi cuerpo. No me siento ahí.

Una mañana, en un café de la Av. Belgrano, leí este fragmento
escrito el 28 de abril de 1956 por Abelardo Castillo. Es tan solo
una entrada de un diario íntimo. Sin embargo, cincuenta y ocho años later
se hace carne again.

Siempre escucho adentro lo que tarde,
después viene el auxilio auxilio, la lagrima que te parte
la cara en dos y mi humanidad corriendo por agua
que domestique la llama satánica. Vos, sos vos,
sos vos, me repetís; en una habitación que es bosque seco,
bajo un cielo de mampostería barata, alumbrado
a bombita bajo consumo, que titila
como nuestra verdad.

Siempre escucho adentro lo que tarde y la guerra
nos deja de rodillas, frente a frente, lejos de las trincheras.
A veces siento que ignoro
lo que el tiempo sabe traer entre las manos.

Vuelvo a Castillo, leo Mayo 1 de 1966: “Una eternidad de escombros
amontonados como un pedestal para el olvido.”

Eso somos, le digo al mozo cuando me trae la cuenta.
Y el hombre de chaleco y moño no entiende
nada. Hace chillar la porcelana
de la taza contra el plato que se lleva,
de seguro, sin entender de qué hablo.

Porque nadie más observó las volutas
de fuego trepando por tu vaquero deshilachado
y toda la dramaturgia que recién
se desvanece -sana crónicamente-
cuando mi humanidad acaricia tu bícep desnudo
y transpirado; el disco de Coltrane casi quieto,
y mi yema recorre tu tatuaje,
mientras suave me digo
 “aquí vamos again”.

miércoles

Buscá ahí

Tazas de té, Mario. Decías que había que tomar tantas
como sea necesario. Siempre sentados en la misma
silla azul. Y pegabas con cinta scotch las mentiras
de la cocaína, por la cocaína. Puta muchedumbre de cosas
 y ese olor a sahumerio que te llenaba los ojos
en la mapoteca. Ahora veo las caras de los gremlins,
sus labios de bichitos pillos y sus cuellos siempre con
bufanda. ¡Basta de abrir el cajón, guardá la consola
porque estoy harta de tu bandera de noche loca!
Seamos el indio sin alarma que cultiva yerba; rotas
las cadenas y en bloque con la naturaleza. ¿Y el ladrillo,
me preguntas? Eso está en la axila de la lombriz que vive
adentro de tus ojos. Buscá ahí. Es un muro gelatinoso
con infinitas puertas; mi rostro al fondo de la mano y los
dedos en el teléfono del living. Afuera, la rama del árbol
de la vida y la música de Pablito Lescano en el corazón.
¡Levantemos de una vez la mancuerna! Para digerir la alfalfa
hay que ir a Massachusetts. Dolerán los pies, de seguro. Se nos
pegotearán masas de olor a ruta de tierra. Y te volverás un ciruja,
Mario: tomarás vino en cartón y rechazarás al vodka por cheto.

Cacho





Tienes plantas y pájaros salvajes

somnolientas mujeres en corpiño

trenzándose los dedos

quietas balsas para cruzar el río;

cangrejales devoradores de hombres

y animales. 

Silvina Ocampo - Enumeración de la Patria





Sos un cacho de hombre, un cacho de voz ronca y
ahumada. Cara de tramposo y ojos de atorrante,
el pañuelo blanco y el pelo siempre petróleo con gomina
para atrás. Eternamente en fuga, con Susana en el baúl
y mil amantes secretas guardadas en el reverso de
tus ojos café la humedad. Las cuatro estrellas tatuadas tu diestra,
manyan que sos el rey de la bailanta y el malevo con más facha del arrabal.
Ladrón de mujeres ajenas, Cacho, la única justicia está en tus letras.
El resto de tu vida fue poner el cuerpo, mancharse y
jugarselá.

Me pregunto por cuál de todas esas putas costumbres
y vicios hoy estás en mi texto y en algunos huecos de mi nostalgia.
Cacho, el último poeta lunfardo, anfibio que nada entre la milonga
y el carnaval, siempre listo para el amor más fiero.

Recuerdo clara esa noche de enero; ví como después del show
te le fuiste al humo a la morena de la fila tres. Eras un galán
de Hollywood bajando la escalera, aún bajo el escenario guardás
la mirada felina, porte de cazador de besos,
y ese perfume a reo seductor.

Le hablaste con el idioma del matador, tu tan irresistible parla. La
morena te miraba como a un dios. Es que cacho, tu chamullo tiene
plantas y pájaros; tu levante es salvaje. Recuerdo que le susurraste
algo de que sus labios eran el paraíso…

Yo imagino tu paraíso, Cacho de Bueno Aires:
tu edén son un millar de somñolientas mujeres
en corpiño, trenzándose los dedos con pañuelos blancos
(como los que usas), pidiéndote a gritos
un tema, el tema, tu mejor tema. Y vos, hábil traficante
de ilusiones, maquinás a la velocidad de los cangrejales devoradores
en los que pescabas de pibe. Maquinás Cacho, una manera
de enamorarlas a todas y salir airoso, siempre por las dudas
con “la tibieza del perdón en las manos”.

Ellas ciegas de pasión, esperan quietas como balsas por cruzar el río:
una caricia musical, un beso grave, un beso agudo. Ya te saben
tramposo y atorrante; y aceptan que les prometas a todas lo mismo.
Si al final de la historia, es como dice tu letra: para vivir basta con
tener un gran amor.

jueves

desmadrados

saquemos a mamá del cielo
dejemos de parir datos inservibles
Roxana Palacios
Esta noche no está mamá 
y la casa descansa en calma
como hace tiempo volví a fumar bajo la ducha
con la puerta trabada aunque esta vez no hizo falta
esconderme en puntas de pie
detrás de la cortina igual comprobé
que la adrenalina adolescente está intacta
hacer lo prohibido cerca de habitación de papá y mamá
me sigue dando cosa

Esta noche cociné yo y mica puso la mesa
papá se sentó y dijo que estaba bien
se habló poco durante el zapping
y nadie cerró la ventana
porque hay una temperatura en armonía cuando se va mamá 

Pienso en mi familia la que vendrá cuando el tiempo pase
seguramente alguna que otra noche los deje
sé que desmadrados se las arreglarán bien
todas las familias necesitamos de vez en cuando 
habitar la ausencia de la madre

Divertido origen de la palabra "squenun"



En nuestro amplio y pintoresco idioma porteño se ha puesto de mo­da la palabra “squenun”.

¿Qué virtud misteriosa revela dicha palabra? ¿Sinónimo de qué cua­lidades psicológicas es el mencionado adjetivo? Helo aquí:

En el puro idioma del Dante, cuando se dice “squena dritta” se ex­presa lo siguiente: Espalda derecha o recta, es decir, qué a la persona a quien se hace el homenaje de esta poética frase se le dice que tiene la es­palda derecha; más ampliamente, que sus espaldas no están agobiadas por trabajo alguno sino que se mantienen tiesas debido a una laudable y per­sistente voluntad de no hacer nada; más sintéticamente, la expresión “sque­na dritta” se aplica a todos los individuos holgazanes, tranquilamente hol­gazanes.
Nosotros, es decir el pueblo, ha asimilado la clasificación, pero en­contrándola excesivamente larga, la redujo a la clara, resonante y breve palabra de “squenun”.

El “un” final, es onomatopéyico, redondea la palabra de modo so­noro, le da categoría de adjetivo definitivo, y el modo grave “squena drit­ta” se convierte en esta antítesis, en un jovial “squenun”, que expresan­do la misma haraganería la endulza de jovialidad particular.

En la bella península itálica, la frase “squena dritta” la utilizan los padres de familia cuando se dirigen a sus párvulos, en quienes descubren una incipiente tendencia a la vagancia, es decir, la palabra se aplica a me­nores de edad que oscilan entre los catorce y diecisiete años.

En nuestro país, en nuestra ciudad mejor dicho, la palabra “sque­nun” se aplica a los poltrones mayores de edad, pero sin tendencia a ser compadritos, es decir, tiene su exacta aplicación cuando se refiere a un filósofo de azotea, a uno de esos perdularios grandotes, estoicos, que arras­tran las alpargatas para ir al almacén a comprar un atado de cigarrillos, , y vuelven luego a su casa para subir a la azotea donde se quedarán to­mando baños de sol hasta la hora de almorzar, indiferentes a los rezon­gos del “viejo”, un viejo que siempre está podando la viña casera y que gasta sombrero negro, grasiento como el eje de un carro.

En toda familia dueña de una casita, se presenta el caso del “sque­nun”, del poltrón filosófico, que ha reducido la existencia a un mínimo de necesidades, y que lee los tratados sociológicos de la Biblioteca Roja y de la Casa Sempere.

Y las madres, las buenas viejas que protestan cuando el grandulón les pide para un atado de cigarrillos, tienen una extraña debilidad por es­te hijo “squenun”.

Lo defienden del ataque del padre que a veces se amostaza en serio, lo defienden de las murmuraciones de los hermanos que trabajan como Dios manda, y las pobres ancianas, mientras zurcen el talón de una me­dia, piensan consternadas ¿por qué ese “muchacho tan inteligente” no quiere trabajar a la par de los otros?
El “squenun” no se aflige por nada. Toma la vida con una sereni­dad tan extraordinaria que no hay madre en el barrio que no le tenga odio… ese odio que las madres ajenas tienen por esos poltrones que pue­den enamorarle algún día a la hija. Odio instintivo y que se justifica, por­que a su vez las muchachas sienten curiosidad por esos “squenunes” que les dirigen miradas tranquilas, llenas de una sabiduría inquietante.

Con estos datos tan sabiamente acumulados, creemos poner en evi­dencia que el “squenun” no es un producto de la familia modesta porte­ña, ni tampoco de la española, sino de la auténticamente italiana, mejor dicho, genovesa o lombarda. Los “squenunes” lombardos son más re­fractarios al trabajo que los “squenunes” genoveses.

Y la importancia social del “squenun” es extraordinaria en nuestras parroquias. Se le encuentra en la esquina de Donato Alvarez y Rivada­via, en Boedo, en Triunvirato y Canning, en todos los barrios ricos en casitas de propietarios itálicos.

El “squenun” con tendencias filosóficas es el que organizará la Bi­blioteca “Florencio Sánchez” o “Almafuerte”; el “squenun” es quien en la mesa del café, entre los otros que trabajan, dictará cátedras de co­munismo y “de que el que no trabaja no come”; él que no ha hecho ab­solutamente nada en todo el día, como no sea tomar baños de sol, asom­brará a los otros con sus conocimientos del libre albedrío y del determi­nismo; en fin, el “squenun” es el maestro de sociología del café del ba­rrio, donde recitará versos anarquistas y las Evangélicas del latero de Almafuerte.

El “squenun” es un fenómeno social. Queremos decir, un fenóme­no de cansancio social.

Hijo de padres que toda la vida trabajaron infatigablemente para amontonar los ladrillos de una “casita”, parece que trae en su constitu­ción la ansiedad de descanso y de fiestas que jamás pudieron gozar los “viejos”.

Entre todos los de la familia que son activos y que se buscan la vida de mil maneras, él es el único indiferente a la riqueza, al ahorro, al porve­nir. No le interesa ni importa nada. Lo único que pide es que no lo moles­ten, y lo único que desea son los cuarenta centavos diarios, veinte para los cigarrillos y otros veinte para tomar el café en el bar donde una or­questa típica le hace soñar horas y horas atornillado a la mesa.

Con ese presupuesto se conforma. Y que trabajen los otros, como si él trajera a cuestas un cansancio enorme ya antes de nacer, como si to­do el deseo que el padre y la madre tuvieron de un domingo perenne, es­tuviera arraigado en sus huesos derechos de “squena dritta”, es decir, de hombre que jamás será agobiado por el peso de ningún fardo.


Roberto Arlt 

lunes



Era otoño en el patio de Campana,
apenas luz de alba y ya regábamos
los malvones afelpados. 

Seguida, venía la extracción de yuyos 
y malezas con un rastrillar sin escrúpulos
por la tierra fresca casi barro.

También, el refuerzo de los tronquitos
débiles y las caricias tiernamente humanas 
a los brotes más nuevos

Por último, hacíamos la revuelta:
Con la espátula en la diestra,
a la izquierda los plantines desnuditos,
la siempre lista tierra de relleno adelante
y las macetas vacías de raíces.
                                            
                                                como nuestras almas. 


Nosotros somos injertos abrazados a un tallo, decías
mientras caía el agua fría en chorro. 

Yo fumaba segura de que en nuestra jardinería
cincelábamos un sentir.